viernes, 26 de agosto de 2011

I. I gotta feeling


El impacto de sus altos tacones de 15cm contra el suelo recién asfaltado, negro como la más oscura sombra; un ruido seco, pero que parece oírse por encima del rugido salvaje de las motos. Se sube en una de ellas, apareciendo entre una nube de humo gris de tubos de escape, cigarros y porros. Como en una película. Peinados de cine, pintalabios rojos y párpados negros difuminados se giran hacia ella, examinándola de arriba a bajo. La moto arranca, grita, un alarido de victoria. Rápidamente aumenta su velocidad. 90… Amigos, enemigos, amores, desamores. 100… engaños, mentiras, ilusiones. 120… acciones, reacciones. Cuando se da cuenta no sabe en qué parte de la ciudad está, pero, qué importa. El aire revuelve su pelo haciéndolo volar, choca contra su cara, fresco, clavándose en sus ojos como agujas, pero agujas de vida. Está escuchando claramente una canción, pero no sabe si en realidad está de pie bailándola o si aún sigue inclinada sobre ese animal vibrante con motor que la transporta sin rumbo fijo; no sabe si la escucha de verdad o solo está en su cabeza. I gotta feeling that tonight's gonna be a good night. Sí, esa era una noche perfecta.

Solía amanecer en camas desconocidas tras haberse quedado dormida un par de horas, y la mañana después de esa “noche perfecta” no fue una excepción. Evitó mirar hacia su derecha mientras se deshacía cuidadosamente del nudo de sábanas que la secuestraba y buscaba no demasiado desesperadamente su ropa por toda la habitación. No lograba encontrar su camiseta, pero no le pareció demasiado importante en comparación con su necesidad de salir de allí. Tras probar con al menos quince puertas, logró encontrar la principal, dándose cuenta de que el hombre de esa noche debía de tener dinero porque la casa parecía inmensa, y cualquier mujer o incluso cualquier chica de su edad estaría entusiasmada por intentar conseguir una relación con un hombre así. Sin embargo, Rebeca solo deseaba llegar a la calle cuanto antes. Ella nunca se quedaba. Nunca recordaba el nombre, ni dónde estaba, de hecho no solía recordar ni la cara de los hombres con los que dormía. ¿Quedarse para qué? No quería conversaciones, no quería que le preguntaran que qué tal había dormido, ni quería tener que hacerlo ella. No le gustaban ese tipo de cortesías obligadas, ni las sonrisas falsa del que por la mañana no recuerda nada. Siempre conseguía ser la primera en despertarse para huir a toda prisa. En apenas un minuto estaba arrancando la moto mientras intentaba con dificultad, encenderse el porro con aquel mechero que no recordaba haber usado y sin embargo apenas tenía gas.

Rebeca vivía de noche. La oscuridad, la sombra, la posibilidad de esconderse, los maquillajes exagerados que ocultan la verdad de la cara, las drogas que sostienen mundos aparte, alejados de la realidad tan distinta que luce a la luz del día, donde perdía a su eterno escondite, donde las verdades se escapaban y, desmaquilladas, dolían.

Era temprano para que cualquier persona, a excepción de borrachos y putas, recorriese las calles, pero la luz empezaba a asomarse, y Rebeca, cual vampiro acojonado ante la posibilidad de que un rayo de sol lo alcanzase y lo fulminase, incrementaba la velocidad a lomos de su Harley Davidson de segunda mano, muchos años y más reparaciones. Fue por eso de que era temprano por lo que nadie se preguntó demasiado qué hacía una chica tan joven a esas horas subida en una moto recorriendo las calles más inhóspitas de Madrid en sujetador. De hecho, ni ella misma se acordaba ya de que no había encontrado su camiseta, pero la verdad es que tampoco era un detalle que la fuera a preocupar demasiado. Su única preocupación era llegar a su casa antes de que las viejas empezaran a salir a barrer los portales, y Madrid amaneciese otro día más, estresado como cualquier miércoles común, lleno de personas normales que trabajan y van corriendo de un lado a otro, y niños con sus uniformes entrando con resignación un día más al colegio, deseando intensamente que llegara la última hora del viernes.

2 comentarios:

Merceditas dijo...

No se como decirlo... no se me ocurre nada que no sea que o que escribes es la puta polla.
"No le gustaban ese tipo de cortesías obligadas, ni las sonrisas falsa del que por la mañana no recuerda nada."
Gran frase. Te doy mi enhorabuena. Quiero saber como sigue.

Desirée. dijo...

Me he decidido a empezar a leer el blog y no me ha decepcionado. Me gusta mucho esta primera parte; estoy impaciente por leer las demás. Y, por cierto, me gustan mucho las frases en los laterales del blog, también.