Habían pasado ya bastantes días desde que ese chico, Marc,
la acercó hasta su casa tras encontrarla casi sin conocimiento, aquella noche
que creía que la perseguían. Se estaba dando cuenta de que, aunque siempre
había tenido esas manías y obsesiones, últimamente le pasaban cosas bastante
raras desde aquel día que faltó al instituto prácticamente a propósito. Había
tenido pesadillas casi todas las noches, hasta que esto llegó a su cima cuando
creyó que la perseguían. Se sentía extraña, con los nervios a flor de piel,
como alerta las veinticuatro horas del día, y entre el instituto y sus
obsesiones no tenía demasiado tiempo para relajarse. Tenía la necesidad de
contarle a alguien lo que le pasaba, pero un día más estaba sola en casa.
Inició sesión en Tuenti. Tenía muchos amigos en la red
social, pero no amigos de verdad. Solo eran personas del instituto que la
admiraban, que la imitaban y creían saberlo todo de ella, pero en realidad no
veían más que la cubierta. Unos cuantos comentarios en fotos y alguna etiqueta
nueva. Iba a cerrar sesión, pero antes volvió a pulsar inicio, como siempre.
Una petición de amistad nueva. No recordaba haber dado su nombre en la red
social a nadie hacía mucho tiempo, imaginó que sería alguien más del instituto.
Sin embargo, para su sorpresa, descubrió que la petición procedía de un tal
Marc. No, no podía haberla encontrado tan rápido, habría miles de Claudias en
Madrid. Pero así era. Tras unos segundos de inmovilidad ante la pantalla del
ordenador, finalmente aceptó la petición, y segundos después una ventanita del
chat la asaltó.
"Holaa! (: "
Era Marc.
"Hola! Cómo me has encontradoo? No te dije mis apellidos .."
"Ya.. La verdad es que he pasado vaios días buscádote, hay miles de Claudias en Madrid! Creo que he enviado peticiones de amistad a doscientas :S "
Continuaron hablando durante horas. Tocaron miles de temas,
pero en ningún momento hablaron del episodio de la falsa persecución, ni de
nada relacionado con ellos mismos. No faltaron las típicas conversaciones sobre
música y cine, redes sociales y formas de entretenimiento de fin de semana.
Marc resultó ser un chico muy simpático, y la idea de que no la tuviera
pre-etiquetada como perfecta de antemano agradaba a Claudia. Aunque pareciera
una gilipollez extrema, que la gente la considerase tan perfecta agravaba la
obsesión por la perfección de Claudia, de forma que se sentía aterrada ante las
enormes posibilidades que tenía de decepcionar a todo el mundo.
La historia se repitió durante días y días, llegando a
acumular un número de horas y conversaciones inimaginables. Claudia sentía que
había conseguido lo más parecido a un amigo de verdad que había tenido nunca en
tan solo unos días. Y lo más importante, sus obsesiones habían disminuido
notablemente. Era como si la sola presencia de un pensamiento relacionado con
Marc en la cabeza de Claudia disipase todo lo demás y le otorgase una esfera de
tranquilidad y bienestar novedosa en su vida.
Sin embargo, en lo más profundo, Claudia seguía teniendo esa
sensación extraña, como un sexto sentido que presentía que algo tenía que
pasar. Como algo malo, o grave, algo desagradable.
Una noche, volvieron las pesadillas. Soñaba con una casa
vacía, toda pintada de blanco, limpia, impoluta, perfectamente ordenada, y en
el centro estaba ella completamente desnuda con unas enormes alas blancas, de
ángel a su espalda. Era como la representación perfecta de todas sus
obsesiones. Entonces, el suelo comenzaba a resquebrajarse, y todo se oscurecía.
De repente sus manos y pies se encontraban encerrados en argollas, y sus alas
blancas empezaban a pudrirse. De las grietas del suelo comenzaban a salir
gusanos, arañas, escorpiones, babosas y millones de cucarachas, avanzando
directamente hacia ella, que aunque luchaba por escapar, la presión férrea de
las cadenas se lo impedía. Los bichos comenzaban a meterse entre los dedos de
los pies de la chica, e incluso algunos ya avanzaban por sus tobillos. Intentó
gritar, pero tampoco podía…
Finalmente se despertó a las dos y media de la madrugada,
empapada en sudor, llorando inconsolablemente y con el corazón latiendo
desenfrenadamente. Intentó calmarse, pero no podía. Fue a la cocina a beber
agua, pero no lograba dejar de llorar. Incluso, como cuando era pequeña, en un
último intento sus pies la llevaron hasta la habitación de sus padres, en busca
de un hueco lo bastante amplio como para que su pequeño cuerpo cupiese, pero
suficientemente estrecho para sentirse completamente acorazada entre los
cuerpos de sus padres. Sin embargo, cuando abrió la puerta de la habitación, la
realidad volvió a reinar, redescubriéndole la ausencia rutinaria de sus padres,
y con ello, incrementando su sensación de soledad.
Volvió a la cama, a intentar dormir de nuevo. A las cuatro y
cuarto seguía sin poder pegar ojo. Alargó su brazo instintivamente en busca de
su teléfono móvil, abrió la agenda y pulsó la letra “M”. Mamá, Marina, Mario,
Marta, Mercedes. No estaba lo que buscaba. Sin duda, la próxima vez que hablase
con él debería pedirle el número de teléfono.
1 comentario:
Esto de solo un capítulo a la semana me mata, y lo sabes.
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