Esto no deja de ser un cuaderno en sucio, un borrador de
sentimientos, ¡como si los sentimientos pudieran plasmarse en letras! Y hoy
hablo de sentimientos paralelos. De dividir un corazón en dos partes. De lo que
tengo y lo que deseo. De que, por mucho que pueda desear algo, no puedo
desperdiciar lo que tengo. Y es que esto se ha convertido en algo extraño,
parece que fuego surge de donde no quedaban casi cenizas, y no entiendo por
qué. Y, paralelamente, se crea en mi una nueva una necesidad, temo que cada vez
mayor, de algo que nunca necesité. ¡A dónde he llegado a parar! ¡Yo echando de
menos, quién me lo iba a decir!
Y aquí llega la duda. Cuando el fuego me tienta, y yo que soy más fuego, necesito que me avive. Y, mientras, necesito mi leña para seguir existiendo. Y la leña que siempre quise, aunque no sea la leña que imaginara, la he conseguido, y está aquí, y sostiene mi vida, y la echo en falta cuando no está. Pero no hay nada que más desee que el fuego, aunque pueda aguantar toda la vida sin echarlo de menos cuando está lejos, aunque vaya a seguir atrayéndome para siempre.
Y aquí llega la duda. Cuando el fuego me tienta, y yo que soy más fuego, necesito que me avive. Y, mientras, necesito mi leña para seguir existiendo. Y la leña que siempre quise, aunque no sea la leña que imaginara, la he conseguido, y está aquí, y sostiene mi vida, y la echo en falta cuando no está. Pero no hay nada que más desee que el fuego, aunque pueda aguantar toda la vida sin echarlo de menos cuando está lejos, aunque vaya a seguir atrayéndome para siempre.
Parece que conocí el fuego hace una eternidad, y en el fondo
sólo es una línea discontinua pero infinita, con la que cuesta llegar a
cruzarse. Se apaga, se vuelve a encender cuando menos lo esperas, siempre
surgirá de nuevo. La leña… la leña esta ahí, de manera firme, inmóvil (quizá
demasiado inmóvil), pero llega un día en que se acaba.
Por ello, aunque quien no arriesgue no gane, no es hora de
echar a perder ese pájaro en mano. Mi leña será mi tierra, será mi vida hasta
que se consuma. Y sólo en ese momento, si vuelvo a cruzarme en el camino del
fuego, decidiré si unirme o no a su intermitente trayecto.
Porque querer siempre no significa esperar siempre.
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